NaotoXDetectiveXCentro ComercialX??? [Libre]

No hacía mucho de la llegada del joven muchacho a la institución y ya se veía conociendo los lares aledaños al proyecto del cual formaba parte, si bien no era de su predilección el tener que realizar paseos, o excursiones como él las calificaba, no podía contar con labor alguna que sustituyera el aburrimiento padecido al finalizar del matutino horario ya que, según se había estado informando, las clases se daban por concluidas en aquel momento, a menos que hubiera alguna ocasión especial, según él mismo prejuzgaba, ergo no era siquiera capaz de cambiar las reglas con su vasto capricho.

Motivo que le llevaba a deambular cuan alcohólico por entre las personas presentes, pues su mirada yacía enfocada en aquella pequeña reseña turística otorgada con puntos estratégicos de la renombrada ciudad, dicha hoja sujeta con firmeza entre los guantes del muchacho parecía no tener escapatoria, en lo que saciaba la curiosidad del muchacho por comprender que era lo que atraía a tanta gente.

Si bien las personas podían diferir en gustos, siempre habían algunos detalles que se unían por todas las líneas imaginarias cernidas entre la mente de cada individuo, forjando lo ya conocido como estadística. ”Hmm... Creo que sería mejor devolverme” meditó el muchacho con un leve amague de emanar aquellas palabras por entre sus labios, los cuales habían formulado el ademán más, no habían dejado escapar voz alguna, a pesar de haber dado su mejor intento por “relajarse” no había logrado hallar motivo alguno con el cual distraerse, pues sería imposible el comparar las grandes maravillas que aquella institución guardaba, contra los ya típicos escenarios estereotípicos demostrados en la ciudad, no obstante y pese a su desagrado ante la idea de establecerse allí, su cuerpo se había mantenido inerte, manteniendo una postura firme enfrentado aún a la hoja de papel, mientras dejaba ondear con suavidad aquella capa púrpura que a duras penas alcanzaba el nivel de sus tobillos. Dicha prenda podría parecer curiosa, sobre todo para la época y el ambiente en el cual se hallaba, pero no era más que solo una característica extra de su notorio atuendo, unas prendas de tonalidad similar que ayudaba a extender el misterioso aire del joven, siendo únicamente dispares con un objeto que resaltaba a la altura del pecho del joven, más concretamente en el sector siniestro de su cuerpo, en donde relucía una especie de distintivo que le calificaba como miembro del instituto, un Butei practicante, como él mismo se hacía llamar. Demostrando siempre aquellos aires de superioridad, aun cuando mantenía ese aspecto inocente resguardado por unas facciones bien formadas que denotaban paradójicamente ademanes típicos de un adulto, tal y como aquella fina sonrisa dibujada en sus labios, que no demostraba la alegría de un infante, sino una fachada que ocultaba un claro pero aun así atrayente plan maquiavélico.

El tiempo parecía transcurrir en cámara lenta, pues entre las ideas del joven, y su constante inspección de los al rededores, no había logrado percibir grandes cambios. La gente se movía, si. Pero no había nada llamativo, no habían conversaciones que resultaran fructíferas ni tampoco espectáculos que pudieran demostrar gran consumo de su tiempo, su mente no era la de un joven normal, no poseía la típica inocencia que le permitía entretenerse con cualquier cosa, sus ideas iban mucho más allá de eso, investigaciones, análisis, planeamientos, cálculos, todo aquello parecía mil veces más absorbente que la música que adornaba el lugar, perdiéndose entre las palabras de la multitud, y el retumbar de sus pasos.

Aun y cuando yacía con todos los argumentos necesarios para partir, había algo que se lo impedía, y era el mero hecho de ser capaz de imponerse un reto, ¿sería capaz de lograr hallar fuente alguna de diversión aun en aquel ordinario lugar? Podría ser una buena manera de despejarse, ya que nadie más había logrado hacerlo por él, tendría que ser lo suficientemente apto como para tomar las riendas, y replantearse todo lo que a su alrededor ocurría, siendo capaz así de aislar el filtro de su mente y comenzar a “disfrutar” del espectáculo cotidiano, claro que era más difícil hacerlo que decirlo, ya que no había un sitio por el cual empezar, y la multitud se encargaba de restar visibilidad en el asunto, dado que la altura del muchacho no era la suficiente como para obtener un claro panorama por entre los seres andantes, motivo que le llevaba a reanudar una vez más su caminata por el pulcro pasillo adornado de comercios.

Las nubes tapaban el radiante sol que se encontraba brillando con intensidad detrás de las mismas, la luz se proyectaba suavemente y uno que otro rayo de luz lograba escaparse de aquellas nubes opresoras. El día era gris, parecía que tarde o temprano empezaría a precipitar, en el aire podía sentirse la humedad, dando la sensación del frió. El viento soplaba fuerte, haciendo que los arboles, que se veían a distancia, se muevan al mismo ritmo, como si de una coreografía se tratara.

Por esas calles perdidas de la ciudad se encontraba caminando una joven de cabellos dorados y ojos esmeraldinos, sus cabellos, al igual que los arboles, eran victimas de aquel viento que soplaba, moviéndose de un lado a otro. La joven butei caminaba de manera vacilante, pareciendo que no tenia destino algunos, una caminata vacía y sin razón. A lo mejor si tenia una razón, en sus profundos ojos verdes se denotaba la melancolía y la tristeza que cargaba dentro de su faz. Pensamientos de culpabilidad y sentimientos de arrepentimiento eran su carga, ¿Porque? Esa pregunta solo tiene una respuesta, y era su pequeña hermana menor, Isabel. Al recordar aquel nombre, una pequeña lagrima, tan brillante como una estrella, rodaba por su rostro para luego caer contra el suelo y destrozarse por completo.

-Pequeña hermana... ¿Que sera de ti?- Esas palabras se escaparon de sus labios, un pensamiento que quería llegar a ser un grito, quería gritarlo con todas sus fuerzas, quería demostrar aquella carga tan pesada que llevaba, que todo el mundo supiera su tristeza al saber que su dulce y pequeña hermana había desaparecido.

De pronto una ventisca le golpeo de manera algo violenta, haciendo que sus cabellos y sus ropas oscilaran violentamente al hacer impacto con la corriente. Pasada esta y si demora alguna, empezaron a caer pequeñas gotas contra el suelo, había empezado a llover y Arturia no vestía ropa adecuada para tal caso. Llevaba puesta su camisa blanca de mangas largas y su falda que le llegaba hasta las rodillas, junto con unas medias largas de color negro y unas botas marrones. Ante la necesidad de permanecer seca, en lo cual fallaba, comienza a acelerar el paso, de manera que pasa a ser casi un trote. A lo lejos puede visualizar el enorme complejo que servia de centro comercial, por lo que decidió que ese seria su refugio contra la tormenta que solo estaba empezando. Tras correr un par de cuadras, logra arribar a su objetivo, entrando a este dando grandes zancadas y con la respiración algo agitada, lo que llamo un poco la atención de la gente que se encontraba allí, quienes obviamente no se habían percatado de la precipitación. Dio un leve suspiro mientras que se encaminaba hacia el baño mas próximo, al entrar a este se miro al espejo percatándose de que estaba completamente mojada, si quisiera podría secarse en cuestión de segundos con el poder de Excalibur, pero habían mujeres allí y eso les resultaría demasiado raro, por lo que se limito a secarse los cabellos, para luego sacar un listón de su bolsillo y peinarse los cabellos haciendo una trenza y luego amarrándola a un moño, dejándola con el flequillo para delante y formando su peinado casual. Hecho esto se decidió por pasar lo que quedaba del día en aquel centro comercial, ya que los planes que tenia pensados habían sido arruinados por la lluvia que se había hecho presente.

Caminaba por el lugar con sus dos manos entrelazadas a la altura de su estomago y miraba algo expectante a lo que sucedía a su alrededor, le sorprendió la cantidad de gente que la rodeaba, le incomodaba, si, pero era una de las pocas veces que se sentía "invisible" al mundo y eso le agradaba. Observaba con mas detenimiento a los grupos que parecían formados por familias, un concepto que prácticamente nunca conoció en su totalidad, sabia la teoría, pero no podría decir lo mismo de la practica, ese era otro calvario con el cual cargaba, ya que en su niñez nunca compartió lo que seria una salida familiar, pero esa es una de las consecuencias al nacer en el seno de la corona británica. Aunque no se arrepentía de sus actos, cargaba con culpa, si, pero dentro de ella sabia que era correcto.

Tras caminar un rato sintió que las piernas le pasaban cuenta, por lo que se decidió a sentarse en un banco que se encontraba ahí, el que parecía ocupado por a lo que simple vista parecía un hombre, entonces permaneció ahí, viendo la multitud, sin hacer ruido alguno, volviendo a perderse en los pensamientos que la tenían encarcelada en un principio, dandole un triste aire de melancolía.

El aire parecía mantener un aire impoluto dentro de la burbuja cernida en el conjunto de establecimientos, permitiendo una pausada y lenta respiración, acto que calmaba al muchacho al dirigirse a ciegas por entre la multitud, su rostro mostraba un aspecto calmo, diferenciándole de cualquier otro niño carente de compañía adulta, ya que él se hallaba allí por cuenta propia, con único pesar de los empujones aquellos de los cuales caía víctima por entre la muchedumbre que parecía acumularse, yendo y viniendo, divisando las vidrieras, o deteniéndose a conversar con sus acompañantes, o si el azar lo permitía, conocidos allí encontrados. Era un ambiente fuera de lo normal, parecía una recreación del Edén, pues no parecía percibirse preocupación alguna, un universo distante de lo que se cernía en las calles aledañas, pues aun el crimen existía aun en un apartado territorio tal y como lo era la ciudad Amissa.

Para el muchacho de rubia cabellera era admirable el poder permanecer siquiera unos instantes ajeno a la realidad, en un mundo perfecto en donde sus ideales estuviesen al alcance de su mano, sin obstáculos ni preocupaciones, pero claro. La lógica tal y como servía de herramienta también se posaba como traba, deteniendo toda idea surgida sin firme base, ocasionando en el joven cierta sensación de envidia, cierto disgusto, no por los allí presentes, sino por su propia inexperiencia, si bien muchas veces alardeaba y se autoproclamaba genio, había una infinidad de cosas aun fuera de su alcance, y cada que percibía una de ellas, no podía evitar sentir aquel estallido de rabia, símil a la rabieta de un niño pequeño, solo que en esta ocasión no buscaba llamar la atención, sino que procuraba concentrarse en comprender desde un punto de vista alterno la mentalidad ajena.

Desarrollando labor aquella que podría permitirle al muchacho capacitarse más por medio de la empatía, más obteniendo así una perspectiva diferente, un factor no planeado dentro de su fórmula, pues corrompiendo con la armonía dibujada en aquel manto surgía una figura melancólica, una silueta sutil y delicada que demostraba un aura dispar al de la gente, unos cabellos de una tonalidad equivalente a la suya, unos ojos de mirada profunda más de apagado brillo, cuyos movimientos parecían demostrar cierta expectación, más era difícil el descifrar por qué o por quien, habían ciertos detalles notorios en aquella persona, pues había una divergencia en ella, más allá de su estado anímico, pues podía percibirse con facilidad dicho accidente padecido en sus prendas, que contrastaba a la sequedad de los allí presentes.

Si bien habían pocos motivos por los cuales una persona pudiera hallarse de aquella manera, aun era demasiado pronto para que el chico formulara una hipótesis, de hecho todo su análisis pareció interrumpido por un curioso y desafortunado hecho. ”¡¿Pero qué...?!” de un momento a otro, había pasado de estar calmo e indagatorio a abducido y desconcertado, pues lo último que había podido percibir en cuanto a su estancia había sido yacer de pie entre la multitud de manera erguida, pues ahora yacía en una postura curva, casi elevado por la fuerza de un adulto, según podía juzgar por la fuerza y la altura de comparación ”¿Un secuestro?” su mente fue más rápida que su cuerpo, pero un vistazo tardío reveló lo realmente ocurrido.

Dentro de las diversiones cernidas en el centro comercial, había gente disfrazada con el afán de entretener a niños de escasa edad, realizando una estancia más amena en el panorama, lo que dejaba al chico estupefacto, pues él no se consideraba como tal, de todas formas siguió el juego de aquel escrupuloso conejo, formulando una falsa pero plácida sonrisa, mientras de sus finos labios emanaban unas carcajadas sarcásticas. -Jeje, muchas gracias señor conejo. Pero ahora debo marcharme, debo hallar a mis padres – la voz del muchacho se moldeó a una aun más infantil, denotando una especie de alegría simulada, mientras sujetaba con su mano diestra un globo otorgado por aquella persona disfrazada, pasando aquella especie de plano de las instalaciones a su bolsillo, y sin perder tiempo alguno se giraba hacia la multitud ejerciendo una breve carrera con tal de distanciarse de aquella especie de “distracciones” y en búsqueda de aquel espécimen que había estado divisando minutos atrás.

Si bien desconocía todo motivo sobre aquella persona, había logrado encontrar una chispa de curiosidad ¿por qué poseería aquel desanimo? ¿por qué se encontraría en aquel estado? Quizás habría alguna relación entre la capa de humedad sobre ella, y aquel aspecto que denotaba, o tal vez imaginaba más cosas de las que allí había, como fuere aquella persona había resaltado por un motivo, y eso era más que suficiente para que el muchacho explotara su intriga, sobre todo si podía escabullir su mente en un nuevo panorama, permitiéndole conocer un aspecto nuevo en las personas.

Claro estaba que aquella labor se complicaría en demasía, primeramente por lograr reencontrar a aquella mujer, ya que el sitio se encontraba infestado de personas, anulando la capacidad perceptiva del joven, y en segunda instancia, la complicación de tener que evadir esas animadas personas allí presentes, claro, tenía que felicitarles por tan buena labor, ya que la gente parecía otorgar un humor más alegre gracias a su presencia, pero él no era el caso, debido a que su mente poseía una expectativa mayor, la cual se vería bloqueada una vez más, pues pese al logro de hallar a la muchacha de áureos cabellos, esta vez no se hallaba sola, pues una silueta yacía a su lado, pareciendo reconfortarle. ¿conocidos quizás? Era probable, pero eso no impediría que el chico obtuviera información, ya que, después de todo el juego para él ya había dado inicio, lo que le llevó a acortar su carrera a unos pasos más cautelosos, mientras demostraba en su mirar un aspecto inocente, tal y como había demostrado al conejo, resultando de ayuda aquel objeto rojizo que aun flotaba pendiente de un hilo, pues otorgaba al infante un diseño más aniñado. -¿Se encuentra bien, Onee-san? – inescrupulosamente y aviso alguno el muchacho sentenciaba su andar con un par de pasos, aproximándose hacia aquella mujer rubia, mientras le divisaba expectante de lo que pudiera decir, su tono había adquirido nuevamente un aire aniñado, solo que esta vez se fundía con un aire de preocupación, permitiéndole pasar perfectamente como un niño más.

Sus pensamientos y preocupaciones volvían poco a poco a su mente, de manera tal que se sentía ajena a lo que le rodeaba, sus sentidos estaban nublados, ignorando todo lo que la rodeara. Con delicadeza y tenuidad un suspiro logro escaparse de sus labios, cargado de dolor y amargura, ella misma odiaba estar de esa manera, la hacia ver débil, brindaba una imagen que un monarca nunca debería tener, pues en su creencia, un rey o reina debía permanecer siempre fuerte para proteger su reino, de lo contrario solo llegaría a la destrucción del mismo. Son esas las razones por las cuales sentía que no merecía el derecho que tenia por nacimiento, si no era lo suficientemente fuerte, podría proteger su reino, pero antes que eso, no fue capaz de proteger a sus propia hermana..., si no podía hacer eso ¿De que valía? ¿De que servían sus habilidades y todo su entrenamiento?, era su culpa, por no haber estado cuando su dulce hermana le necesito, era pura y exclusivamente su culpa.

-¿U-uh?- De pronto sus pensamientos habían sido distorsionados por una voz desconocida a sus oídos, que había mencionado algo de la lluvia, cosa que no llego a escuchar muy bien por estar perdida en sus pensamientos, giro el rostro con levedad para contemplarle, sin darse cuenta, en su rostro reflejaba cierto desconcierto ante la persona que tenia junto a ella, la cual sorpresivamente le estaba ofreciendo un globo, seguramente en la búsqueda de levantarle los ánimos, pero al recibirlo su rostro sigo demostrando aquella expresión, ¿Quien era esa persona y porque le hablaba? Antes de poder formar palabra alguna, quedo aun mas sorprendida a ver el gesto de lo que parecía un muchacho, sintiendo como colocaba encima de sus hombros un saco que llevaba puesto. No sabia como reaccionar ante tal acto de caballerosidad. Cuando le escucho formular sus ultimas palabras, cerro la boca y desvió la mirada a un costado, buscando en su mente que responder, era verdad, llevaba mojada sus ropas y podía contraer una que otra enfermedad por la caída de sus defensas ante el frío, pero si pudiera utilizar el poder de Excalibur sus ropas se secarían en cuestión de segundos, pero hacerlo ahí, en un lugar repleto de gente llamaría la atención, tal vez mas de lo que debería. Ante todo eso, termino por saber que contestarle. -Aprecio su acto de caballerosidad y su preocupación.- Fueron los vocablos que expreso melodiosamente al abrir la boca con sutileza, sujetándose un hombro con su mano, intentando cubrir un poco aquellas ropas mojadas. -Y tiene razón, debería hacerlo.- Concluyo mientras que volvía la vista a su interlocutor, teniendo solo un poco de desconfianza, pues no parecía alguien que quisiera perjudicarla de alguna manera.

De pronto sintió como una nueva voz se dirigía a ella, pero esta vez proveniente de un pequeño niño, cuyas prendas eran algo extrañas, haciendo que resalte completamente de las personas que les rodeaban. Trato de fingir su mejor sonrisa, puesto que los niños le eran algo así como un tipo de debilidad, pero por mas buena actriz que fuera, no podía ocultar la amargura que sentía dentro de ella. -Me encuentro bien pequeño.- Dijo de la misma manera a la cual se había dirigido a la persona que se encontraba junto a ella. Cuando el niño se acerco un poco mas, instantáneamente reconoció el distintivo que portaba en sus prendas, debido a que, hacia un par de años, ella llevaba el mismo distintivo. El pequeño era un butei, sin lugar a dudas, pero el pequeño parecía estar jugando a un juego, por lo que decidió seguirlo. -¿Eres un butei pequeño?- De alguna manera, estos dos individuos habían hecho que se menguara, aunque sea un poco, lo que sentía.